"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

viernes, 6 de enero de 2012

Viaje 2012 III: Yavi y el tren de Bolivia

El ahora grupo de diez personas (tras el regreso de Pato) decidió fragmentarse en base a las diferentes expectativas de cada uno. Así, mientras los brasileros se fueron a Potosí y los quilmeños a Uyuni, List y yo decidimos aprovechar estos días para recorrer lugares que no conocimos durante el viaje pasado.


El martes cruzamos, sin hacer el papelerío correspondiente, la frontera argentino-boliviana. Villazón es la ciudad que se comunica con La Quiaca, y el único motivo por el que un viajero puede querer permanecer algo de tiempo en ella es por su enorme feria de precios bajos.


Compré pasajes de tren Villazón-Oruro para viajar el jueves. Teniendo dos días de margen, volvimos al territorio argentino y nos fuimos todos juntos para Yavi, pueblo donde pareciera que nunca ocurre nada (he ahí el encanto). Para llegar a éste hay que tomarse una combi desde La Quiaca y recorrer por ruta los 16 km de distancia entre ambos puntos. Resultó ser que nos subimos a una camionetita que a mitad de camino se desvió de la ruta y nos dejó en medio de una villa de las afueras de La Quiaca sin dar mayores explicaciones. Los conductores nos dijeron que esperásemos allí, que en seguida volvían, y nos pidieron que les pagáramos los pasajes. Claro está que no les hicimos caso, ya que no teníamos motivos por los que confiar en ellos. Así, emprendimos una caminata de regreso a La Quiaca que nos llevó media hora. Luego nos tomamos dos remises a Yavi y estuvo todo pipí cucú.


En Yavi pasamos un tiempo muy tranquilo, entre sus callecitas de piedra y sus casas de adobe. Hicimos una caminata de una hora por el río para llegar a una cascada, y luego volvimos por el monte, abriéndonos camino cual Indiana Jones. Las dos noches las pasamos viendo las estrellas en el mirador.


El jueves nos levantamos temprano para hacer el cruce de frontera Argentina-Bolivia. A las 9 horas ya estábamos en la fila... ¡y a las 15 horas seguíamos allí! El tren salía a las 15:30, y todo indicaba que: o pasábamos como ilegales o lo perdíamos. Considerando que el año pasado List había viajado por todo el país sin documentación y sin problemas, optamos por la primera opción. Cruzamos todo Villazón y llegamos casi sin aliento (no recomiendo correr con una mochila pesada a cuestas a más de 3500 metros sobre el nivel del mar) a eso de las 15:30 a la estación de trenes. Y el tren… aún no había llegado siquiera al andén.


Habíamos pasado toda la mañana en la fila de migraciones y nuestro único alimento habían sido unos turrones que habíamos comprado en la frontera. Muerto de hambre crucé la calle para comprar unos sánguches. Estaba en eso, esperando, cuando salí a la calle y vino List corriendo diciéndome que nos habían robado. Él estaba sentado en la puerta de la estación con todos los bártulos, cuando vino un viejo empujando un carro pidiéndole que los corriera y, aprovechando el descuido, otro tipo manoteó un morral negro de mi pertenencia. Ambos escaparon en un auto sin patente, llevándose: cámara de fotos, teléfono celular, pasaporte, navaja Victorinox, lentes de contacto, cuaderno de anotaciones, lapicera, lápiz, pendrive, y quizás alguna otra cosita más que no recuerdo. El tren ya estaba ahí y no quise ir a la comisaría a hacer la denuncia por miedo a perderlo. Le dejé mis datos a un policía de la estación, un tal M. Huanca, que dijo que se encargaría del asunto.


En un principio el viaje en tren fue un verdadero bajón. Me la pasé pensando en volver a Buenos Aires y mandar todo a la mierda. La clase “Popular” en que viajábamos consistía en un montón de gente amontonada en asientos no-reclinables, parecidos a los del tren Buenos Aires-Tucumán. Con el detalle de que aquí, en Bolivia, la empresa ferroviaria tiene la delicadeza de pasarle a la clase “Popular”, que no tiene televisores, el audio de las películas que ven los señores y las señoras que viajan en las clases “Primera” y “Ejecutivo”.


Por la noche la cosa remontó un poco. Se armó una zapada con la gente de nuestro vagón: guitarra, acordeón, quena, melódica. Yo estaba muy tirado abajo pero me sumé con el violín, y List con los bongoes y el matófono. El resultado fue una música entre balcánica y circense, a lo Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra. Terminamos cagándonos de risa ahí con todos los demás, nutriéndonos de fuerzas para proseguir el viaje.


Llegamos hoy a las 14 hs a Oruro. El tren tuvo como 7 horas de retraso producto de los derrumbes en el camino. Ahora viajamos con Franco y Pablo, unos locos salteños que conocimos en el vagón. Salimos de la estación y nos fuimos directo al mercado para almorzar, ya que habíamos subsistido todo el viaje con agua y pan. Entramos al mercado y, de todos los rincones, mujeres gritando “¿qué va a llevar, amigo?”, “tenemos fricasé de pollo, amigo”, “siéntese a almorzar amigo, tenemos falso conejo”, etc., en una textura cacofónica abrumadora. Almorzamos mondongo (cayó pesadísimo) y continuamos rumbo a la terminal para tomar un micro a La Paz. En el camino me llamó la atención la gran cantidad de orureños que apela al tarot callejero para conocer su futuro.


Llegamos a La Paz de noche. Caminamos un buen rato buscando algún hostel barato y terminamos encontrando uno que nos conformó bastante (en lo económico) cerca de la famosa Calle de las Brujas, en la que es posible conseguir artesanías, animales disecados, cactus alucinógenos y hierbas con cualidades sobrenaturales en plena vía pública.


La iglesia San Francisco está repleta de gente por el día de los Reyes Magos, y por doquier divisamos “chamanes” realizando rituales extraños que le proporciona supuesta dicha a las personas (a cambio de una módica suma de dinero).

Ahora buscaremos algún lugar donde comer, y mañana será otro día. Aún no fui a las embajadas a notificar la pérdida de los pasaportes ya que estaban cerradas. Voy a ver si puedo ir mañana, y si no el lunes.

The show must go on.

No hay comentarios:

Publicar un comentario