"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

lunes, 2 de junio de 2014

São Paulo - monstruo de América del Sur

Introducción
Conocí a Wilson y Carina en el verano de 2011, en Bolivia. Coincidimos en el mismo hostel de La Paz, en el Callejón de las Brujas, y hubo química instantánea.

Cuando llegaron al alojamiento lo primero que hicieron fue preguntar por una habitación que tuviera televisión. "Es para ver el Chavo del 8", nos contaron. Les fascinaba verlo en castellano, con las voces originales, y no con el doblaje brasilero que tenían incorporado desde sus nacimientos.

Una noche me encontraba tocando la guitarra, cuando de pronto irrumpieron ellos en mi habitación. Apenas habíamos cruzado un par de palabras en los pasillos del hostel, pero era como si ya nos conociéramos desde hacía rato. Wilson sacó una flauta dulce y se puso a improvisar. Después él agarró la guitarra y comenzó un fenómeno que me conmovió (y que lo sigue haciendo actualmente), un hecho parecido a la magia. Los dos se sentaron enfrentados, con las piernas cruzadas sobre la cama, y empezaron a cantar bossa nova mirándose constante y directamente a los ojos, sin interrumpir esa conexión en ningún momento (excepto cuando Wilson tenía que mirar de reojo el mango de la guitarra para encontrar algún acorde, acto que resolvía rápidamente para volver lo antes posible a los ojos de su enamorada). El resto del mundo parecía desaparecer cuando sus ojos se encontraban, entremezclados con la música y la poesía de su tierra.



Por ese entonces yo llevaba unos 40 días de viaje por el norte argentino y los Andes bolivianos con el Negro List, mi eterno compañero de andanzas. Nuestro siguiente objetivo era hacer el Camino del Choro, camino inca que conecta La Paz (3650 msnm) con Coroico (1525 msnm). Wilson y Carina tenían intenciones de ir a Potosí (de donde nosotros veníamos), pero les insistimos tanto -y nos llevábamos tan bien los cuatro juntos- que finalmente aceptaron venir con nosotros. Después de cinco días de caminata, desde las cumbres nevadas hasta el paraíso subtropical de yungas, viajamos juntos a Copacabana y allí nos despedimos, cuando nosotros cruzamos en barco a la Isla del Sol (después vendrían Cusco y Machu Picchu) y ellos comenzaron a retornar por tierra a Brasil.

Después de preservar la relación por medio de internet durante el año (con Carina intercambiamos libros de poesía por correo), el verano siguiente ellos vinieron a Buenos Aires y viajamos nuevamente los cuatro, junto con otros amigos. Hicimos un recorrido similar al del año anterior: norte argentino, Bolivia andina y Cusco, donde nos separamos. (Para List y para mí luego vendrían la costa peruana y Ecuador). Durante ese viaje escribí Bordeando el Tahuantinsuyu, el primer relato de viaje que publiqué en este blog.

Casi dos años después de esa despedida cusqueña, me reencontré con ellos en São Paulo, su habitat natural.